Abrojos

Lloraba en mis brazos vestida de negro,
se oía el latido de su corazón,
cubríanle el cuello los rizos castaños
y toda temblaba de miedo y de amor.
¿Quién tuvo la culpa? La noche callada.
Ya iba a despedirme. Cuando dije "¡Adiós!",
Ella, sollozando, se abrazó a mi pecho
bajo aquel ramaje del almendro en flor.
Velaron las nubes la pálida luna...
Después, tristemente lloramos los dos.


*********************


¿Qué lloras? Lo comprendo.
Todo concluido está.
Pero no quiero verte,
alma mía, llorar.
Nuestro amor, siempre, siempre...
Nuestras bodas... jamás.
¿Quién es ese bandido
que se vino a robar
tu corona florida
y tu velo nupcial?
Mas no, no me lo digas,
no lo quiero escuchar.
Tu nombre es Inocencia
y el de él es Satanás.
Un abismo a tus plantas,
una mano procaz
que te empuja; tú ruedas,
y mientras tanto, va
el ángel de tu guarda
triste y solo a llorar.
Pero ¿por qué derramas
tantas lágrimas?... ¡Ah!
Sí, todo lo comprendo...
No, no me digas más.


Rubén Dario

Siembra (Fragmento)

Cuando de mí no quede sino un árbol,
cuando mis huesos se hayan esparcido
bajo la tierra madre;
cuando de ti no quede sino una rosa blanca
que se nutrió de aquello que tú fuiste
y haya zarpado ya con mil brisas distintas
el aliento del beso que hoy bebemos;
cuando ya nuestros nombres
sean sonidos sin eco
dormidos en la sombra de un olvido insondable;
tú seguirás viviendo en la belleza de la rosa,
como yo en el follaje del árbol
y nuestro amor en el murmullo de la brisa [...]

Miguel Otero Silva


Un puñado de tierra (Fragmentos)

[...]

II

Ahora estoy de nuevo desnudo.
Desnudo y desolado
sobre un acantilado de recuerdos;
perdido entre recodos de tinieblas.
Desnudo y desolado;
lejos del firme símbolo de tu sangre.
Lejos.

No tengo ya el remoto jazmín de tus estrellas,
ni el asedio nocturno de tus selvas.
Nada: ni tus días de guitarra y cuchillos,
ni la desmemoriada claridad de tu cielo.

Sólo como una piedra o como un grito
te nombro y, cuando busco
volver a la estatura de tu nombre,
sé que la Piedra es piedra y que el Agua del río
huye de tu abrumada cintura y que los pájaros
usan el alto amparo del árbol humillado
como un derrumbadero de su canto y sus alas. 

[...]

Estás en mí: caminas con mis pasos,
hablas por mi garganta; te yergues en mi cal
y mueres, cuando muero, cada noche.

Estás en mí con todas tus banderas;
con tus honestas manos labradoras
y tu pequeña luna irremediable.

Inevitablemente
-con la puntual constancia de las constelaciones-,
vienen a mí, presentes y telúricas:
tu cabellera torrencial de lluvias;
tu nostalgia marítima y tu inmensa
pesadumbre de llanuras sedientas.

Me habitas y te habito:
sumergido en tus llagas,
yo vigilo tu frente que muriendo, amanece. 

Estoy en paz contigo;
ni los cuervos ni el odio
me pueden cercenar de tu cintura:
yo sé que estoy llevando tu Raíz y tu Suma
sobre la Cordillera de mis hombros.

Un puñado de tierra:
Eso quise de Ti
y eso tengo de Ti. 


Hérib Campos Cervera

Estar enamorado


Estar enamorado, amigos, es encontrar el nombre justo de la vida.
Es dar al fin con la palabra que para hacer frente a la muerte se precisa.
Es cobrar la llave oculta que abre la cárcel en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza que reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima de la carne se respira.
Es contemplar desde la cumbre de la persona la razón de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada verdadera que nos mira.
Es escuchar en una boca la propia voz profundamente repetida.
Es sorprender en unas manos ese calor de la perfecta compañía.
Es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida.

Estar enamorado, amigos, es descubrir dónde se juntan cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina voz de un río que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven los perfumes y las armas.
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo recibirla de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera que del pecho se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo ser esclavo de la llama.
Es entender la pensativa conversación del corazón y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al reino de la música sin tasa.

Estar enamorado, amigos, es adueñarse de las noches y los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados la cabeza distraída.
Es recordar a Garcilaso cuando se siente la canción de una herrería.
Es ir leyendo lo que escriben en el espacio las primeras golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana de una casa campesina.
Es contemplar un tren que pasa por la montaña con las luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay fronteras entre el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia entre la pena y la alegría.
Es escuchar a medianoche la vagabunda confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón una pequeña lucecita.

Estar enamorado, amigos, es padecer espacio y tiempo con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto de las flores y las frutas.
Es libertarse de sí mismo y estar unido con las otras criaturas.
Es no saber si son ajenas o si son propias las lejanas amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias del torrente de la angustia.
Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo compartir su noche obscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna todavía sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea de ser hombre es menos dura.
Es empezar a decir siempre y en adelante no volver a decir nunca.
Y es además, amigos míos, estar seguro de tener las manos puras.


Francisco Luis Bernández


La niña descolorida

Pálida está de amores
mi dulce niña:
¡nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

Nunca de amapolas
o adelfas ceñida
mostró Citerea
su frente divina.
Téjenle guirnaldas
de jazmín sus ninfas,
y tiernas violas
Cupido le brinda.

Pálida está de amores
mi dulce niña:
¡nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

El sol en su ocaso
presagia desdichas
con rojos celajes
la faz encendida.
El alba en oriente
más plácida brilla;
de cándido nácar
los cielos matiza.

Pálida está de amores
mi dulce niña:
¡nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

¡Qué linda se muestra
si a dulces caricias
afable responde
con blanda sonrisa!
Pero muy más bellas
al amor convida
si de amor se duele,
si de amor respira.

Pálida está de amores
mi dulce niña: 
¡nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!

Sus lánguidos ojos
el brillo amortiguan;
retiemblan sus brazos:
su seno palpita;
ni escucha, ni habla,
ni ve, ni respira;
y busca en sus labios
el alma y la vida...

Pálida está de amores
mi dulce niña:
¡nunca vuelven las rosas
a sus mejillas!


Angel de Saavedra, Duque de Rivas



Primer Día

Del verdecido júbilo del cielo
luces recobras que la luna pierde
porque la luz de sí misma recuerde
relámpagos y otoños en tu pelo.

El viento bebe viento en su revuelo,
mueve las hojas y su lluvia verde,
moja tus hombros, tus espaldas muerde
y te desnuda y quema y vuelve yelo.

Dos barcos de velamen desplegado
tus dos pechos. Tu espalda es un torrente.
Tu vientre es un jardín petrificado.

Es otoño en tu nuca: sol y bruma.
Bajo del verde cielo adolescente
tu cuerpo da su enamorada suma.

Octavio Paz


Yo voy soñando caminos...

Yo voy soñando caminos 
de la tarde. ¡Las colinas 
doradas, los verdes pinos, 
las polvorientas encinas!... 
¿Adónde el camino irá? 
Yo voy cantando, viajero 
a lo largo del sendero... 
-la tarde cayendo está-. 

"En el corazón tenía 
la espina de una pasión; 
logré arrancármela un día: 
ya no siento el corazón". 

Y todo el campo un momento 
se queda, mudo y sombrío, 
meditando. Suena el viento 
en los álamos del río. 

La tarde más se oscurece; 
y el camino que serpea 
y débilmente blanquea 
se enturbia y desaparece. 
Mi cantar vuelve a plañir: 
"Aguda espina dorada, 
quién te pudiera sentir 
en el corazón clavada".


Antonio Machado

Peregrino

¿Volver? Vuelva el que tenga, 

Tras largos años, tras un largo viaje, 

Cansancio del camino y la codicia 

De su tierra, su casa, sus amigos, 

Del amor que al regreso fiel le espere. 

Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas, 

Sino seguir libre adelante, 

Disponible por siempre, mozo o viejo, 

Sin hijo que te busque, como a Ulises, 

Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope. 

Sigue, sigue adelante y no regreses, 

Fiel hasta el fin del camino y tu vida, 

No eches de menos un destino más fácil, 

Tus pies sobre la tierra antes no hollada, 

Tus ojos frente a lo antes nunca visto.

La caricia perdida


Se me va de los dedos la caricia sin causa, 
se me va de los dedos... En el viento, al rodar, 
la caricia que vaga sin destino ni objeto, 
la caricia perdida ¿quién la recogerá? 

Pude amar esta noche con piedad infinita, 
pude amar al primero que acertara a llegar. 
Nadie llega. Están solos los floridos senderos. 
La caricia perdida, rodará... rodará... 

Si en el viento, te llaman esta noche, viajero, 
si estremece las ramas un dulce suspirar, 
si te oprime los dedos una mano pequeña 
que te toma y te deja, que te logra y se va. 

Si no ves esa mano, ni la boca que besa, 
si es el aire quien teje la ilusión de llamar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos, 
en el viento fundida, ¿me reconocerás?


Alfonsina Storni





Tú me miras…

Tú me miras, amor, al fin me miras
de frente, tú me miras y te entregas
y de tus ojos líricos trasiegas
tu inocencia a los míos. No retiras

tu onda y onda dulcísima, mentiras
que yo soñaba y son verdad, no juegas.
Me miras ya sin ver, mirando a ciegas
tu propio amor que en mi mirar respiras.

No ves mis ojos, no mi amor de fuente,
miras para no ver, miras cantando
cantas mirando, oh música del cielo.

Oh mi ciega del alma, incandescente,
mi melodía en que mi ser revelo.
Tú me miras, amor, me estás mirando.

Gerardo Diego

Entre los geranios rosas

¡Entre los geranios rosas, 
una mariposa blanca!

Así me gritó la niña, 
la de las trenzas doradas: 
-corre a verla, corre a verla, 
que se te escapa.

Por los caminos regados 
del oro nuevo del alba, 
corrí a los geranios rosas, 
¡y ya no estaba!

Volví entonces a la niña, 
la de las trenzas doradas. 
«No estaba ya», iba a decirle. 
pero ella tampoco estaba. 
A lo lejos, ya muy lejos, 
se oían sus carcajadas.

Ni ella ni la mariposa; 
todo fue una linda trama.

El jardín se quedó triste 
en la alegría del alba, 
y yo solo por la sola, 
calle de acacias.

Y esto fue mi vida toda: 
una voz que engañó el alma, 
un correr inútilmente, 
una inútil esperanza…

¡Entre los geranios rosas, 
una mariposa blanca!

José María Pemán

Oración por la Belleza de una muchacha

Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios, con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;

esos bultos de nieve, que bullía
al soliviar del lino la tersura,
y, prodigios de exacta arquitectura,
dos columnas que cantan tu armonía.

Ay, tú, Señor, le diste esa ladera
que en un álabe dulce se derrama,
miel secreta en el humo entredorado.

¿A qué tu poderosa mano espera?
Mortal belleza eternidad reclama.
¡Dale la eternidad que le has negado!

Dámaso Alonso

Amor es mas que la sabiduria

Amor es más que la sabiduría:
es la resurrección, vida segunda.
El ser que ama revive
o vive doblemente.
El amor es resumen de la tierra,
es luz, es música, sueño
y fruta material
que gustamos con todos los sentidos.
¡Oh mujer que penetras en mis venas
como el cielo en los ríos!
Tu cuerpo es un país de leche y miel
que recorro sediento.
Me abrevo en tu semblante de agua fresca,
de arroyo primigenio
en mi jornada ardiente hacia el origen
del manantial perdido.
Minero del amor, cavo sin tregua
hasta hallar el filón del infinito.


Jorge Carrera Andrade

Amor

Puliré mi belleza con los garfios del viento.
Seré tuya sin forma, hecha polvo de aire,
diluida en un cielo de planos invisibles.

Para ti quiero, amado, la posesión sin cuerpo,
el delirio gozoso de sentir que tu abrazo
solo ciñe rosales de pura eternidad.

Nunca podrás tenerme sin abrir tu deseo
sobre la desnudez que sella lo inefable,
ni encontrarás mis labios
mientras algo concreto enraíce tu amor...

¡Que tus manos inútiles acaricien estrellas!
No entorpezcan besándome la fuga de mi cuerpo.
¡Seré tuya en la piel hecha fuego de sol.

Ernestina de Champourcín

Me Gustas Cuando Callas...

ME gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, 
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda

Pasión


 I
 Tú tienes, para mí, todo lo bello
 que cielo, tierra y corazón abarcan;
 la atracción estelar ¡de esas estrellas
 que atraen como tus lágrimas!;

 II
 La sinfonía sacra de los seres,
 los vientos, los bosques y las aguas,
 en el lenguaje mudo de tus ojos
 que, mirándome, hablan;

 III
 Los atrevidos rasgos de las cumbres
 que la celeste inmensidad asaltan,
 en las gentiles curvas de tu seno...
 ¡oh, colina sagrada!

 IV
 Y el desdeñoso arrastre de las olas
 sobre los verdes juncos y las algas,
 en el raudo vagar de tu memoria
 por mi vida de paria.

 V
 Yo tengo, para ti, todo lo noble
 que cielo, tierra y corazón abarcan;
 el calor de los soles, ¡de los soles
 que, como yo, te aman!;

 VI
 El gemido profundo de las ondas
 que mueren a tus pies sobre la playa,
 en el tapiz purpúreo de mi espíritu
 abatido a tus plantas;

 VII
 La castidad celeste de los besos
 de tu madre bendita, en la mañana,
 en la caricia augusta con que tierna
 te circunda mi alma.

 VIII
 ¡Tu tienes, para mí todo lo bello;
 yo tengo para ti, todo lo que ama;
 tú, para mí, la luz que resplandece,
 yo, para ti, sus llamas!

Almafuerte


Anoche cuando dormía

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Dí: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón. 


Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.



Antonio Machado

Gratia Plena

Todo en ella encantaba, todo en ella atraía
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era llena de gracia, como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como Margarita sin par,
el influjo de su alma celeste amanecía...
Era llena de gracia, como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Cierta dulce y amable dignidad la investía
de no sé qué prestigio lejano y singular.
Más que muchas princesas, princesa parecía:
era llena de gracia como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Yo gocé del privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar
y cadencias arcanas halló mi poesía.
Era llena de gracia como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía;
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría,
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió... como gota que se vuelve a la mar!



Amado Nervo

La espigadera

Zagala donosa,
linda espigadera,
que el dorado fruto
llevas a la era,
pon sobre mis hombros
la carga ligera;
no más afanada
mis ojos te vean.

Mira que, envidiosa,
Venus te aconseja
malogres tus años
en ruda faena.
¿Qué placer te brindan
las desnudas eras,
los tostados haces,
las aristas secas?

El sol, con sus rayos,
abrasa la tierra,
sin que leve sombra
de su ardor descienda.
Enjutas del río
se ven las arenas;
y al margen se apiñan
las mustias ovejas.

Sin flores el prado,
los campos sin hierba,
los árboles secos,
la fuente sedienta.
Ni cantan las aves,
ni céfiro vuela;
la triste cigarra
tan sólo resuena...

¡Ay, ven! Y en la gruta,
de musgo cubierta,
en pláticas dulces
pasemos la siesta;
que amor te convida,
te llama, te espera,
de gente curiosa
guardando la puerta.


Francisco Martínez de la Rosa

La luna mientras duermes te acompaña

La luna mientras duermes te acompaña,  
tiende su luz por tu cabello y frente,  
va del semblante al cuello, y lentamente  
cumbres y valles de tu seno baña.  

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,  
el curso de la luna refulgente,  
dichoso he de seguir o amor me engaña.  

He de entrar cual la luna en tu aposento,  
cual ella al lienzo en que tu faz reposa,  
y cual ella a tus labios acercarme;  

cual ella respirar tu dulce aliento,  
y cual el disco de la casta diosa,  
puro, trémulo, mudo, retirarme.


José Somoza

La vi deidad...

La vi deidad, y me postré a adorarla,
y por volver el ídolo benigno,
la prosa olvido, y me dedico a hablarla
en el leguaje de los dioses digno.
           De entonces fue mi signo
           pintar en mis canciones
           sus dulces perfecciones;
¡y cuánto, oh cielos, su beldad me ilumina!
que es a su lado mi elocuencia parca.
Un hilo de agua que en el campo brilla,
y el ancho mar que casi el mundo abarca?


Juan Bautista Arriaza

Cuando la tierra fría...

Cuando la tierra fría 
dé hospedaje a mi cuerpo, 
¿qué servirá que deje 
acá renombre eterno, 
que me erija un amigo
sepulcral monumento, 
que me escriba la vida, 
que publique mis versos, 
que damas y galanes, 
niños, mozos y viejos
me lean, y me lloren 
mis parientes y afectos? 
Esta fama, esta gloria, 
a que aspiran mil necios, 
no me da, mientras vivo,
vanidad ni consuelo. 
No quiero yo otra fama, 
otra gloria no quiero, 
sino que se oiga en boca 
de niños, mozos, viejos,
de damas y galanes, 
de parientes y afectos: 
«Este hombre quiso a Laura, 
y Laura es quien le ha muerto.»


Tomás de Iriarte

A la Rosa

Pura, encendida rosa,
émula de la llama
que sale con el día,
¿cómo naces tan llena de alegría
si sabes que la edad que te da el cielo
es apenas un breve y veloz vuelo,
y ni valdrán las puntas de tu rama
ni tu púrpura hermosa
a detener un punto
la ejecución del hado presurosa?
El mismo cerco alado,
que estoy viendo rïente,
ya temo amortiguado,
presto despojo de la llama ardiente.



Para las hojas de tu crespo seno
te dio Amor de sus alas blandas plumas,
y oro de su cabello dio a tu frente.
¡Oh fiel imagen suya peregrina!
Bañote en su color sangre divina
de la deidad que dieron las espumas;
y esto, purpúrea flor, esto ¿no pudo
hacer menos violento el rayo agudo?



Róbate en una hora,
róbate silencioso su ardimiento
el color y el aliento.
Tiendes aún no las alas abrasadas
y ya vuelan al suelo desmayadas.
Tan cerca, tan unida
está al morir tu vida,
que dudo si en sus lágrimas la Aurora
mustia tu nacimiento o muerte llora.


Francisco de Rioja

Sabes tanto de mí

Sabes tanto de mí, que yo mismo quisiera
repetir con tus labios mi propia poesía,
elegir un pasaje de mi vida primera:
un cometa en la playa, peinado por Sofía.

No tengo que esperar ni que decirte espera
a ver en la memoria de la melancolía,
los pinares de Ibiza, la escondida trinchera,
el lento amanecer sin que llegara el día.

Y luego amor, y luego, ver que la vida avanza
plena de abiertos años y plena de colores,
sin final, no cerrada al sol por ningún muro.

Tú sabes bien que en mí no muere la esperanza,
que los años en mí no son hojas, son flores,
que nunca soy pasado, sino siempre futuro.

Rafael Alberti

Quien de Linda se Enamora

Quien de Linda se enamora,
atender deve perdon
en caso que sea mora.

El amor e la ventura
me fizieron ir mirar
muy graciosa criatura
de linage de Aguar;
quien fablare verdad pura,
bien puede dezir que non
tiene talle de pastora.

Linda rosa muy suave
vi plantada en un vergel,
puesta so secreta llave
de la linea de Ismael:
maguer sea cosa grave,
con todo mi coraçon
la rescibo por señora.

Mahomad el atrevido
ordeno que fuese tal,
de aseo noble conplido,
alvos pechos de cristal:
de alabastro muy broñido
devie ser con grant razon
lo que cubre su alcandora.

Diole tanta fermosura
que lo non puedo dezir;
cuantos miran su figura
todos la aman servir.
con lindeza e apostura
vence a todas cuantas son
de alcuña donde mora.

Non se hombre tan guardado
que viese su resplandor,
que non fuese conquistado
en un punto de su amor.
por aver tal gasajado
yo pornia en condicion
la mi alma pecadora. 
 
 
Alfonso Álvarez de Villasandino

A Flora

Tus ojos, bella Flora, soberanos,
y la bruñida plata de tu cuello,
y ese, envidia del oro, tu cabello,
y el marfil torneado de tus manos,

no fueron, no, los que de tan ufanos
cuanto unos pensamientos pueden sello,
hicieron a los míos, sin querello,
tan a su gusto victorioso llanos.

Tu alma fue la que venció la mía,
que, expirando con fuerza aventajada
por ese corporal apto instrumento,

se lanzó dentro de mí, donde no había
quien resistiese al vencedor la entrada,
porque tuve por gloria el vencimiento.

Francisco de Medrano

Lamentación de Amor

Mete las armas, traidora,
vuelve tus ojos vellidos,
oye mis llantos agora,
quita las manos, señora,
con que arapas los oídos.
Tus deseos son cumplidos
y mis días,
ora harás alegrías
si alguna pasión te daba
el gran despecho que habías
cuando de mí conoscías
que en verte resucitaba.
Si por amarte esperaba
cortesía,
por mis huesos la querría
si viniesen en tus manos,
que la triste carne mía
sé que en antes de año y día
será un montón de gusanos.
Mis ruegos, si no son vanos,
y mandares,
cuando mi huesa topares
hecha de tristes agüeros,
si por encima pasares
y de mí te recordares,
haz tus pies ligeros,
y con ojos halagüeros,
do estoviere,
di, pasando, en miserere,
que de nobles ganas nasce;
si largo te paresciere,
al menos, por quien te viere,
di tú: requiescat in pace.
 
 
Bartolome de Torres Naharro

Garabato

Con un trozo de carbón
con mi gis roto y mi lápiz rojo
dibujar tu nombre
el nombre de tu boca
el signo de tus piernas
en la pared de nadie
En la puerta prohibida
grabar el nombre de tu cuerpo
hasta que la hoja de mi navaja 
sangre
   y la piedra grite
y el muro respire como un pecho...

Octavio Paz