Anoche cuando dormía

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Dí: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón. 


Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.



Antonio Machado

Gratia Plena

Todo en ella encantaba, todo en ella atraía
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era llena de gracia, como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como Margarita sin par,
el influjo de su alma celeste amanecía...
Era llena de gracia, como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Cierta dulce y amable dignidad la investía
de no sé qué prestigio lejano y singular.
Más que muchas princesas, princesa parecía:
era llena de gracia como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

Yo gocé del privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar
y cadencias arcanas halló mi poesía.
Era llena de gracia como el Avemaría.
¡Quien la vio, no la pudo ya jamás olvidar!

¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía;
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría,
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió... como gota que se vuelve a la mar!



Amado Nervo

La espigadera

Zagala donosa,
linda espigadera,
que el dorado fruto
llevas a la era,
pon sobre mis hombros
la carga ligera;
no más afanada
mis ojos te vean.

Mira que, envidiosa,
Venus te aconseja
malogres tus años
en ruda faena.
¿Qué placer te brindan
las desnudas eras,
los tostados haces,
las aristas secas?

El sol, con sus rayos,
abrasa la tierra,
sin que leve sombra
de su ardor descienda.
Enjutas del río
se ven las arenas;
y al margen se apiñan
las mustias ovejas.

Sin flores el prado,
los campos sin hierba,
los árboles secos,
la fuente sedienta.
Ni cantan las aves,
ni céfiro vuela;
la triste cigarra
tan sólo resuena...

¡Ay, ven! Y en la gruta,
de musgo cubierta,
en pláticas dulces
pasemos la siesta;
que amor te convida,
te llama, te espera,
de gente curiosa
guardando la puerta.


Francisco Martínez de la Rosa

La luna mientras duermes te acompaña

La luna mientras duermes te acompaña,  
tiende su luz por tu cabello y frente,  
va del semblante al cuello, y lentamente  
cumbres y valles de tu seno baña.  

Yo, Lesbia, que al umbral de tu cabaña
hoy velo, lloro y ruego inútilmente,  
el curso de la luna refulgente,  
dichoso he de seguir o amor me engaña.  

He de entrar cual la luna en tu aposento,  
cual ella al lienzo en que tu faz reposa,  
y cual ella a tus labios acercarme;  

cual ella respirar tu dulce aliento,  
y cual el disco de la casta diosa,  
puro, trémulo, mudo, retirarme.


José Somoza

La vi deidad...

La vi deidad, y me postré a adorarla,
y por volver el ídolo benigno,
la prosa olvido, y me dedico a hablarla
en el leguaje de los dioses digno.
           De entonces fue mi signo
           pintar en mis canciones
           sus dulces perfecciones;
¡y cuánto, oh cielos, su beldad me ilumina!
que es a su lado mi elocuencia parca.
Un hilo de agua que en el campo brilla,
y el ancho mar que casi el mundo abarca?


Juan Bautista Arriaza

Cuando la tierra fría...

Cuando la tierra fría 
dé hospedaje a mi cuerpo, 
¿qué servirá que deje 
acá renombre eterno, 
que me erija un amigo
sepulcral monumento, 
que me escriba la vida, 
que publique mis versos, 
que damas y galanes, 
niños, mozos y viejos
me lean, y me lloren 
mis parientes y afectos? 
Esta fama, esta gloria, 
a que aspiran mil necios, 
no me da, mientras vivo,
vanidad ni consuelo. 
No quiero yo otra fama, 
otra gloria no quiero, 
sino que se oiga en boca 
de niños, mozos, viejos,
de damas y galanes, 
de parientes y afectos: 
«Este hombre quiso a Laura, 
y Laura es quien le ha muerto.»


Tomás de Iriarte

A la Rosa

Pura, encendida rosa,
émula de la llama
que sale con el día,
¿cómo naces tan llena de alegría
si sabes que la edad que te da el cielo
es apenas un breve y veloz vuelo,
y ni valdrán las puntas de tu rama
ni tu púrpura hermosa
a detener un punto
la ejecución del hado presurosa?
El mismo cerco alado,
que estoy viendo rïente,
ya temo amortiguado,
presto despojo de la llama ardiente.



Para las hojas de tu crespo seno
te dio Amor de sus alas blandas plumas,
y oro de su cabello dio a tu frente.
¡Oh fiel imagen suya peregrina!
Bañote en su color sangre divina
de la deidad que dieron las espumas;
y esto, purpúrea flor, esto ¿no pudo
hacer menos violento el rayo agudo?



Róbate en una hora,
róbate silencioso su ardimiento
el color y el aliento.
Tiendes aún no las alas abrasadas
y ya vuelan al suelo desmayadas.
Tan cerca, tan unida
está al morir tu vida,
que dudo si en sus lágrimas la Aurora
mustia tu nacimiento o muerte llora.


Francisco de Rioja