Muerte a lo Lejos - Jorge Guillén

 Alguna vez me angustia una certeza,

Y ante mí se estremece mi futuro.

Acechándolo está de pronto un muro

Del arrabal final en que tropieza


La luz del campo. ¿Mas habrá tristeza

Si la desnuda el sol? No, no hay apuro

Todavía. Lo urgente es el maduro

Fruto. La mano ya lo descorteza.


...Y un día entre los días el más triste

Será. Tenderse deberá la mano

Sin afán. Y acatando el inminente


Poder diré sin lágrimas: embiste,

Justa fatalidad. El muro cano

Va a imponerme su ley, no su accidente.


Jorge Guillén

El Espejo de Agua - Vicente Huidobro

 Mi espejo, corriente por las noches,

Se hace arroyo y se aleja de mi cuarto.


Mi espejo, más profundo que el orbe

Donde todos los cisnes se ahogaron.


Es un estanque verde en la muralla

Y en medio duerme tu desnudez anclada.


Sobre sus olas, bajo cielos sonámbulos,

Mis ensueños se alejan como barcos.


De pie en la popa siempre me veréis cantando.

Una rosa secreta se hincha en mi pecho

Y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo.


Vicente Huidobro

Lluvia - Federico Garcia Lorca

La lluvia tiene un vago secreto de ternura,

algo de somnolencia resignada y amable,

una música humilde se despierta con ella

que hace vibrar el alma dormida del paisaje.


Es un besar azul que recibe la Tierra,

el mito primitivo que vuelve a realizarse.

El contacto ya frío de cielo y tierra viejos

con una mansedumbre de atardecer constante.


Es la aurora del fruto. La que nos trae las flores

y nos unge de espíritu santo de los mares.

La que derrama vida sobre las sementeras

y en el alma tristeza de lo que no se sabe.


La nostalgia terrible de una vida perdida,

el fatal sentimiento de haber nacido tarde,

o la ilusión inquieta de un mañana imposible

con la inquietud cercana del color de la carne.


El amor se despierta en el gris de su ritmo,

nuestro cielo interior tiene un triunfo de sangre,

pero nuestro optimismo se convierte en tristeza

al contemplar las gotas muertas en los cristales.


Y son las gotas: ojos de infinito que miran

al infinito blanco que les sirvió de madre.


Cada gota de lluvia tiembla en el cristal turbio

y le dejan divinas heridas de diamante.

Son poetas del agua que han visto y que meditan

lo que la muchedumbre de los ríos no sabe.


¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,

lluvia mansa y serena de esquila y luz suave,

lluvia buena y pacifica que eres la verdadera,

la que llorosa y triste sobre las cosas caes!


¡Oh lluvia franciscana que llevas a tus gotas

almas de fuentes claras y humildes manantiales!

Cuando sobre los campos desciendes lentamente

las rosas de mi pecho con tus sonidos abres.


El canto primitivo que dices al silencio

y la historia sonora que cuentas al ramaje

los comenta llorando mi corazón desierto

en un negro y profundo pentágrama sin clave.


Mi alma tiene tristeza de la lluvia serena,

tristeza resignada de cosa irrealizable,

tengo en el horizonte un lucero encendido

y el corazón me impide que corra a contemplarte.


¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman

y eres sobre el piano dulzura emocionante;

das al alma las mismas nieblas y resonancias


Federico García Lorca

Ciencia de amor

No sé. Sólo me llega, en el venero

de tus ojos, la lóbrega noticia

de Dios; sólo en tus labios, la caricia

de un mundo en mies, de un celestial granero.

 

¿Eres limpio cristal, o ventisquero

destructor? No, no sé… De esta delicia,

yo sólo sé su cósmica avaricia,

el sideral latir con que te quiero.

 

Yo no sé si eres muerte o eres vida,

si toco rosa en ti, si toco estrella,

si llamo a Dios o a ti cuando te llamo.

 

Junco en el agua o sorda piedra herida,

sólo sé que la tarde es ancha y bella,

sólo sé que soy hombre y que te amo.


Dámaso Alonso


Soneto XLIII

 A mi Sra. D.ª Dolores Perinat de Pacheco

¡Lo que puede el tiempo!

1848


Volviome loco una mujer hermosa
diez lustros ha: lloré, seguí su huella,
vi el soberano bien cifrado en ella,
y ensalcé su beldad en verso, en prosa.

   Dije que sus mejillas a la rosa          
prestaron su carmín; que no tan bella
fue la madre de Amor; llamela estrella,
cielo, sol, querubín, arcángel, diosa.

   ¡Mas hoy qué diferencia, cara amiga!
¡Tanto pueden los años!... ¡Ay! perdona
que tan amarga sequedad te diga:

   siempre que veo tu gentil persona
exclamo, cuando más, ¡Dios te bendiga!
y vuélvome tranquilo a mi poltrona.

Juan Nicasio Gallego

Soneto XIII

    ¿Qué imposibles no allana la hermosura?
¿Quién no cede a su hechizo soberano?
A donde llega su poder tirano
la fábula, la historia lo asegura.
   Renuncia Adán la celestial ventura         
su dulce halago resistiendo en vano:
por ella Paris el valor troyano
arma y conduce a perdición segura.
   De una manzana la belleza rara
causó de entrambos la desdicha fiera,
que de su amor los gustos acibara;
   mas si a verte llegasen, mi Glicera,
el uno de tu mano la tomara;
el otro a tus encantos la rindiera.

Juan Nicasio Gallego

Cuando Nace un Hombre

Cuando nace un hombre

siempre es amanecer aunque en la alcoba

la noche pinte negros cristales.


Cuando nace un hombre

hay un olor a pan recién cocido

por los pasillos de la casa;

en las paredes, los paisajes

huelen a mar y a hierba fresca

y los abuelos del retrato

vuelven la cara y se sonríen.


Cuando nace un hombre

florecen rosas imprevistas

en el jarrón de la consola

y aquellos pájaros bordados

en los cojines de la sala

silban y cantan como locos.


Cuando nace un hombre

todos los muertos de su sangre

llegan a verle y se comprueban

en el contorno de su boca.


Cuando nace un hombre

hay una estrella detenida

al mismo borde del tejado

y en un lejano monte o risco

brota un hilillo de agua nueva.


Cuando nace un hombre

todas las madres de este mundo

sienten calor en su regazo

y hasta los labios de las vírgenes

llega un sabor a miel y a beso.


Cuando nace un hombre

de los varones brotan chispas,

los viejos ponen ojos graves

y los muchachos atestiguan

el fuego alegre de sus venas.


Cuando nace un hombre

todos tenemos un hermano.



Angela Figuera Aymerich

Cargado de mortal melancolía

Cargado de mortal melancolía,

de angustia el pecho y de memorias lleno,

otra vez torno a vuestro dulce seno,

campos alegres de la patria mía.


¡Cuán otros, ay, os vio mi fantasía,

cuando de pena y de temor ajeno,

en mí fijaba su mirar sereno

la infiel hermosa que me amaba un día!


Tú, que en tiempo mejor fuiste testigo

de mi ventura al rayo de la aurora,

selo de mi dolor, césped amigo;


pues si en mi corazón, que sangre llora,

esperanzas y amor llevé conmigo,

desengaños y amor te traigo ahora.


Juan Nicasio Gallego

Resurrección

 ¿Que después de esta vida tengamos que despertarnos un día aquí
al estruendo terrible de trompetas y clarines?
Perdona, Dios, pero me consuelo
pensando que el principio de nuestra resurrección,
la de todos los difuntos,
la anunciará el simple canto de un gallo...


Entonces nos quedaremos aún tendidos un momento...
La primera en levantarse
será mamá... La oiremos
encender silenciosamente el fuego,
poner silenciosamente el agua sobre el fogón
y coger con sigilo del armario el molinillo de café.
Estaremos de nuevo en casa.

Vladimír Holan

Soledad

Soledad sabe una copla

que tiene su mismo nombre:

Soledad.


Tres renglones nada más:

tres arroyos de agua amarga,

que van, cantando, a la mar.


Copla tronchada, tu verso

primero, ¿dónde estará?


¿Qué jardinero loco,

con sus tijeras de plata

le cortó al ciprés la punta,

Soledad?


¿Qué ventolera de polvo

se te llevó la veleta,

Soledad?


¿O es que, por llegar más pronto

te viniste sin sombrero,

Soledad?


Y total:

¿qué mas da?

Tres versos: ¿para qué más?


Si con tres sílabas basta

para decir el vacío

del alma que está sin alma:

¡Soledad!


José María Pemán