Sixtina


Tú, mi vida, esta noche me has borrado
del corazón y hasta del pensamiento,
y tal vez, sin saberlo, me has negado
dándome por perdido ya en el viento.
Más luego, vida, vi cómo llorabas,
entre mis brazos y que me besabas.

Rafael Alberti

EL poeta pide a su amor que le escriba


Amor de mis entrañas, viva muerte, 
en vano espero tu palabra escrita 
y pienso, con la flor que se marchita, 
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal. La piedra inerte 
ni conoce la sombra ni la evita. 
Corazón interior no necesita 
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas, 
tigre y paloma, sobre tu cintura 
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena pues de palabras mi locura 
o déjame vivir en mi serena 
noche del alma para siempre oscura.


Federico Garcia Lorca

Llagas de amor

Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora.

Este llanto de sangre que decora
lira sin pulso ya, lúbrica tea.
Este peso del mar que me golpea.
Este alacrán que por mi pecho mora.

Son guirnaldas de amor, cama de herido,
donde sin sueño, sueño tu presencia
entre las ruinas de mi pecho hundido.

Y aunque busco la cumbre de prudencia
me da tu corazón valle tendido
con cicuta y pasión de amarga ciencia.


Federico Garcia Lorca

Deseo Fantasma

El labio rojo no es rastro de la aurora tenaz, 
pues huyó, y queda.
¿Los dientes blancos huella de un beso son?
Espuma, o piedra.
La Liviandad de un aire casi puede
deshacerse. Nunca te vi.

--Pues tenla.

Vicente Aleixandre

Soneto de la Guirnalda de Rosas


¡Esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero!
¡Teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta!
que la sombra me enturbia la garganta
y otra vez viene y mil la luz de enero.

Entre lo que me quieres y te quiero,
aire de estrellas y temblor de planta,
espesura de anémonas levanta
con oscuro gemir un año entero.

Goza el fresco paisaje de mi herida,
quiebra juncos y arroyos delicados.
Bebe en muslo de miel sangre vertida.

Pero ¡pronto! Que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.

Federico García Lorca

Ojos Claros, Serenos

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.


Gutierre de Cetina

Ausencia

Quien dice que la ausencia causa olvido
merece ser de todos olvidado.
El verdadero y firme enamorado
está, cuando está ausente, más perdido.

Aviva la memoria su sentido;
la soledad levanta su cuidado;
hallarse de su bien tan apartado
hace su desear más encendido.

No sanan las heridas en él dadas,
aunque cese el mirar que las causó,
si quedan en el alma confirmadas,

que si uno está con muchas cuchilladas,
porque huya de quien lo acuchilló
no por eso serán mejor curadas.

Juan Boscán.

Muy Graciosa es la Doncella

Muy graciosa es la doncella,
¡cómo es bella y hermosa!

Digas tú, el marinero
que en las naves vivías
si la nave o la vela o la estrella
es tan bella.

Digas tú, el caballero
que las armas vestías,
si el caballo o las armas o la guerra
es tan bella.

Digas tú, el pastorcico
que el ganadico guardas,
si el ganado o los valles o la sierra
es tan bella.


Gil Vicente

Canción

No tardes, Muerte, que muero;
ven, porque viva contigo;
quiéreme, pues que te quiero,
que con tu venida espero
no tener guerra conmigo.

Remedio de alegre vida
no lo hay por ningún medio,
porque mi grave herida
es de tal parte venida,
que eres tú sola remedio.

Ven aquí, pues, ya que muero;
búscame, pues que te sigo
quiéreme, pues que te quiero,
e con tu venida espero
no tener vida conmigo.


José Manrique

Rima LXXXV

Para que los leas con tus ojos grises,
para que los cantes con tu clara voz,
para que se llenen de emoción tu pecho,
     hice mis versos yo.

Para que encuentren en tu pecho asilo
y les des juventud, vida y calor,
tres cosas que yo no puedo darles,
     hice mis versos yo.

Para hacerte gozar con mi alegría,
para que sufras tu con mi dolor,
para que sientas palpitar mi vida,
     hice mis versos yo.

Para poder poner antes tus plantas
la ofrenda de mi vida y de mi amor,
con alma, sueños rotos, risas, lágrimas,
     hice mis versos yo.

Gustavo Adolfo Bécquer

Rima LI

De lo poco de vida que me resta
diera con gusto los mejores años,
por saber lo que a otros
de mí has hablado.

Y esta vida mortal... y de la eterna
lo que me toque, si me toca algo,
por saber lo que a solas
de mí has pensado.

Gustavo Adolfo Bécquer

RIMA XXIII

Fuente
Por una mirada, un mundo; 
por una sonrisa, un cielo; 
por un beso... ¡Yo no sé 
qué te diera por un beso!

Gustavo Adolfo Bécquer

Soneto Desmayarse[...]

  Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso:

  no hallar fuera del bien centro y reposo,       
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso:

  huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,                      
olvidar el provecho, amar el daño:

  creer que el cielo en un infierno cabe;
dar la vida y el alma a un desengaño,
¡esto es amor! quien lo probó lo sabe.

Lope de Vega

Llama del Amor Viva

¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!,
matando muerte, en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras;
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!

San Juan de la Cruz

SONETO V

Escrito está en mi alma vuestro gesto, 
y cuanto yo escribir de vos deseo; 
vos sola lo escribisteis, yo lo leo 
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto; 
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, 
de tanto bien lo que no entiendo creo, 
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros; 
mi alma os ha cortado a su medida; 
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuando tengo confieso yo deberos; 
por vos nací, por vos tengo la vida, 
por vos he de morir, y por vos muero.


Garcilaso de la Vega

Soneto

Quiénes se amaron como nosotros? Busquemos 
las antiguas cenizas del corazón quemado 
y allí que caigan uno por uno nuestros besos 
hasta que resucite la flor deshabitada. 

Amemos el amor que consumió su fruto 
y descendió a la tierra con rostro y poderío: 
tú y yo somos la luz que continúa, 
su inquebrantable espiga delicada. 

Al amor sepultado por tanto tiempo frío, 
por nieve y primavera, por olvido y otoño, 
acerquemos la luz de una nueva manzana, 

de la frescura abierta por una nueva herida, 
como el amor antiguo que camina en silencio 
por una eternidad de bocas enterradas.



Pablo Neruda

Oda a la belleza desnuda

Con casto corazón, con ojos 
puros, 
te celebro, belleza, 
reteniendo la sangre 
para que surja y siga 
la línea, tu contorno, 
para 
que te acuestes en mi oda 
como en tierra de bosques o en espuma: 
en aroma terrestre 
o en música marina. [...]

Tu cuerpo, en qué materia, 
ágata, cuarzo, trigo, 
se plasmò, fue subiendo 
como el pan se levanta 
de la temperatura, 
y señalò colinas 
plateadas, 
valles de un solo pétalò, dulzuras 
de profundo terciopelo, 
hasta quedar cuajada 
la fina y firme forma femenina? 

No sòlo es luz que cae 
sobre el mundo 
la que alarga en tu cuerpo 
su nieve sofocada, 
sino que se desprende 
de ti la claridad como si fueras 
encendida por dentro. 

Debajo de tu piel vive la luna.


Pablo Neruda

Ángela Adónica

Hoy me he tendido junto a una joven pura
como a la orilla de un océano blanco,
como en el centro de una ardiente estrella
     de lento espacio.

De su mirada largamente verde
la luz caía como un agua seca,
en transparentes y profundos círculos
     de fresca fuerza.

Su pecho como un fuego de dos llamas
ardía en dos regiones levantado,
y en doble río llegaba a sus pies,
     grandes y claros.

Un clima de oro maduraba apenas
las diurnas longitudes de su cuerpo
llenándolo de frutas extendidas
     y oculto fuego.

Pablo Neruda

Del Amor Deseperado

La noche no quiere venir 
para que tú no vengas 
ni yo pueda ir.

Pero yo iré 
aunque un sol de alacranes me coma la sien. 

Pero tú vendrás 
con la lengua quemada por la lluvia de sal.

El día no quiere venir 
para que tú no vengas 
ni yo pueda ir.

Pero yo iré 
entregando a los sapos mi mordido clavel. 

Pero tú vendrás 
por las turbias cloacas de la oscuridad.

Ni la noche ni el día quieren venir 
para que por ti muera 
y tú mueras por mí.

Federico Garcia Lorca

Casida de la mujer tendida

Verte desnuda es recordar la Tierra. 
La Tierra lisa, limpia de caballos. 
La Tierra sin un junco, forma pura 
cerrada al porvenir: confín de plata.

Verte desnuda es comprender el ansia 
de la lluvia que busca débil talle 
o la fiebre del mar de inmenso rostro 
sin encontrar la luz de su mejilla.

La sangre sonará por las alcobas 
y vendrá con espada fulgurante, 
pero tú no sabrás dónde se ocultan 
el corazón de sapo o la violeta.

Tu vientre es una lucha de raíces, 
tus labios son un alba sin contorno, 
bajo las rosas tibias de la cama 
los muertos gimen esperando turno.


Federico García Lorca

La casada infiel

Y que yo me la lleve al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua me
sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la lleve del río.
Con el aire se batían las
espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
La regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.


Federico García Lorca

Noche del amor insomne

Noche arriba los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las quejas mías
momentos y palomas en cadena.

Noche abajo los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.

La aurora nos unió sobre la cama,
las bocas puestas sobre el chorro helado
de una sangre sin fin que se derrama.

Y el sol entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado.

Federico García Lorca

Llueve

En esta tarde llueve, y llueve pura
tu imagen. En mi recuerdo el día se abre. Entraste.
No oigo. La memoria me da tu imagen sólo.
Sólo tu beso o lluvia cae en recuerdo.
Llueve tu voz, y llueve el beso triste,
el beso hondo,
beso mojado en lluvia. El labio es húmedo.
Húmedo de recuerdo el beso llora
desde unos cielos grises
delicados.
Llueve tu amor mojando mi memoria
y cae y cae. El beso
al hondo cae. Y gris aún cae 
la lluvia.

Vicente Aleixandre,

Como la mar, los besos

No importan los emblemas
ni las vanas palabras que son un soplo sólo.
Importa el eco de lo que oí y escucho.
Tu voz, que muerta vive, como yo que al pasar
aquí aún te hablo.

Eras más consistente,

más duradera, no porque te besase,
ni porque en ti asiera firme a la existencia.
Sino porque como la mar
después que arena invade temerosa se ahonda.
En verdes o en espumas la mar, se aleja.
Como ella fue y volvió tú nunca vuelves.[ ]

Vicente Aleixandre

Vino, primero, pura...


Vino, primero, pura, 
vestida de inocencia; 
y la amé como un niño. 

Luego se fue vistiendo 
de no sé qué ropajes; 
y la fui odiando, sin saberlo. 

Llegó a ser una reina, 
fastuosa de tesoros... 
¡Qué iracundia de yel y sin sentido! 

... Mas se fue desnudando. 
Y yo le sonreía. 

Se quedó con la túnica 
de su inocencia antigua. 
Creí de nuevo en ella. 

Y se quitó la túnica, 
y apareció desnuda toda... 
¡Oh pasión de mi vida, poesía 
desnuda, mía para siempre. 


Juan Ramón Jiménez, 

El Viaje Definitivo


Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas la tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando, 
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado.
mi espíritu errará, nostáljico[sic]…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.

Juan Ramon Jiménez

Jardines Misticos -- Sin Sentido

Mira, la luna es de plata 
sobre los geranios rosas; 
mira, María: la luna 
es de plata melancólica. 

Mira, el jazmín verde y blanco 
ya va afinando su aroma 
entre la maraña de 
sombras azules y hojas... 

— Es el jazmín..Es la luna... ; 
Aún los geranios son rosas.
Mira, el jazmín está triste 
y la luna melancólica. 

Tu corazón y mi alma 
yerran solos por la sombra 
de esta tarde azul y triste, 
tarde doliente de aromas... 

Y ya está hablando el jardín 
con el cielo... y ya las hojas 
están de plata, á la luz 
de la luna melancólica. 



Juan Ramón Jimenez

Carne Celeste


¡Carne, celeste carne de la mujer! Arcilla
-dijo Hugo-; ambrosía más bien, ¡oh maravilla!,
la vida se soporta,
tan doliente y tan corta,
solamente por eso:
¡roce, mordisco o beso
en ese pan divino
para el cual nuestra sangre es nuestro vino!
En ella está la lira,
en ella está la rosa,
en ella está la ciencia armoniosa,
en ella se respira
el perfume vital de toda cosa. [...]

Ruben Dario

NOCTURNOS -- YO NO VOLVERÉ


Yo no volveré. Y la noche
tibia, serena y callada,
dormirá el mundo, a los rayos
de su luna solitaria.

Mi cuerpo no estará allí,
y por la abierta ventana
entrará una brisa fresca,
preguntando por mi alma.

No sé si habrá quien me aguarde
de mi noble ausencia larga,
o quien bese mi recuerdo,
entre caricias y lágrimas.

Pero habrá estrellas y flores
y suspiros y esperanzas,
y amor en las avenidas,
a la sombra de las ramas.

Y sonará ese piano
como en esta noche plácida,
y no tendrá quien lo escuche
pensativo, en mi ventana.


Juan Ramon Jimenez

Definiendo el amor

Es hielo abrasador, es fuego helado, 
es herida que duele y no se siente, 
es un soñado bien, un mal presente, 
es un breve descanso muy cansado. 

Es un descuido que nos da cuidado, 
un cobarde con nombre de valiente, 
un andar solitario entre la gente, 
un amar solamente ser amado. 

Es una libertad encarcelada, 
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada. 

Éste es el niño Amor, éste es tu abismo. 
mirad cuál amistad tendrá con nada 
el que en todo es contrario de sí mismo!



Francisco de Quevedo

No sabe qué es amor...

No sabe qué es amor quien no te ama,
celestial hermosura, esposo bello,
tu cabeza es de oro, y tu cabello
como el cogollo que la palma enrama.

Tu boca como lirio, que derrama
licor al alba; de marfil tu cuello;
tu mano el torno y en su palma el sello
que el alma por disfraz jacintos llama.

¡Ay Dios!, ¿en qué pensé cuando, dejando
tanta belleza y las mortales viendo,
perdí lo que pudiera estar gozando?

Mas si del tiempo que perdí me ofendo,
tal prisa me daré, que un hora amando
venza los años que pasé fingiendo.

Yo me muero de amor

Yo me muero de amor, que no sabía,
aunque diestro en amar cosas del suelo--,
que no pensaba yo que amor del cielo
con tal rigor las almas encendía.

Si llama la mortal filosofía
deseo de hermosura a amor, recelo
que con mayores ansias me desvelo
cuanto es más alta la belleza mía.

Amé en la tierra vil, ¡qué necio amante!
¡Oh luz del alma, habiendo de buscaros,
qué tiempo que perdí como ignorante!

Mas yo os prometo agora de pagaros
con mil siglos de amor cualquiera instante
que por amarme a mí dejé de amaros.

Soneto para empezar un amor

Ocurre que el olvido, antes de serlo,
fue grande amor, dorado cataclismo,
muchacha en el umbral de mi egoísmo,
¿qué va a pasar? Mejor es no saberlo.

Muchacha con amor, ¿dónde ponerlo?;
amar son cercanías de uno mismo,
como siempre, rodando en el abismo
se irá el amor, sin verlo ni beberlo.

Tumbarse a ver qué pasa, eso es lo mío,
cumpliendo años irás en mi memoria,
viviendo para ayer, como una brasa,

porque no llegará la sangre al río,
porque un día seremos sólo historia,
y lo de uno es tumbarse a ver qué pasa.


Muerte en el Olvido

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
                    Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
---oscuro, torpe, malo--- el que la habita...

Cuerpo de Mujer

... Tántalo en fugitiva fuente de oro.
F. DE QUEVEDO


Cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.

Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro...

Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.

Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.

La Soledad de mi Ser

Mi soledad llevo dentro,
torre de ciegas ventanas.
Cuando mis brazos extiendo,
abro sus puertas de entrada
y doy camino alfombrado
al que quiera visitarla.


Pintó el recuerdo los cuadros
que decoran sus estancias.
Allí mis pasadas dichas
con mi pena de hoy contrastan.

¡Qué juntos los dos estábamos!
¿Quién el cuerpo? ¿Quién el alma?
Nuestra separación última,
¡qué muerte fue tan amarga!
Ahora dentro de mí llevo
mi alta sociedad delgada.


Amaranta

Rubios, pulidos senos de Amaranta,
por una lengua de lebrel limados.
Pórticos de limones, desviados
por el canal que asciende a tu garganta.

Rojo, un puente de rizos se adelanta
e incendia tus marfiles ondulados.
Muerde, heridor, tus dientes desangrados,
y corvo, en vilo, al viento te levanta.

La soledad, dormida en la espesura,
calza su pie de céfiro y desciende
del olmo alto al mar de la llanura.

Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,
y gladiadora, como un ascua impura,
entre Amaranta y su amador se tiende.

Sed de ti


Sed de ti me acosa en las noches hambrientas.
Trémula mano roja que hasta su vida se alza.
Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.
Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas[...]

[...]Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.
Cómo poder no amarte si he de amarte por eso.
Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.
Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos.
Sed de ti, guirnalda atroz y dulce.
Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.
Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.

La boca tiene sed, para qué están tus besos.
El alma está incendiada de estas brasas que te aman.
El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.
De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.
Y en ella se aniquila como el agua en el fuego.


Donde Habita el deseo

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

Melancolía

A tí por quien moriría,
me gusta verte llorar.
En el dolor eres mía,
en el placer te me vas.

Eduardo Marquina

La Primavera besaba...

La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.

Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil…
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.

Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
--recordé--, yo he maldecido
mi juventud sin amor.

Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar…
¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!

Antonio Machado

El Madrigal De Los Ojos Verdes

De verdes varios, tallada
en mil facetas, la huerta,
el bello paisaje amado
que nuestra dicha contempla. 

Verde el agua en los regajos,
en el estanque, en la acequia;
verde el río entre que entre campos,
siempre verdes, zigzaguea.

Verde intenso en los labrados,
verde bronce en la arboleda,
verde el mar que allá, a lo lejos, suavemente rumorea…

Verde, verde en el paisaje
y en tus ojos que contemplan
con sus vivas esmeraldas
la huerta lozana y bella,
y si es ella no se sabe
la que a tus ojos luz presta
o es la luz de tus pupilas
que en la huerta reverbera.

Enrique Durán

SIN RUMBO

Por diez años su diáfana existencia fue mía.
Diez años en mi mano su mano se apoyó,
¡...y en sólo unos instantes se me puso tan fría,
que por siempre mis besos congeló!

¡A dónde iréis ahora, pobre nidada loca
De mis huérfanos besos, si sus labios están
cerrados, si hay un sello glacial sobre su boca,
Si su frente divina se heló bajo su toca,
Si sus ojos ya nunca se abrirán!



La Rosa De Abril

Zagalas del valle,
que al prado venís
a tejer guirnaldas
de rosa y jazmín,
parad en buen hora
y al lado de mí
mirad más florida
la rosa de abril.

Su sien, coronada
de fresco alhelí,
excede a la aurora
que empieza a reír,
y más si en sus ojos,
llorando por mí,
sus perlas asoma
la rosa de abril.

Veis allí la fuente,
veis el prado aquí
do la vez primera
sus luceros vi;
y aunque de sus ojos
yo el cautivo fui,
su dueño me llama
la rosa de abril.

La dije:-¿Me amas?-
Díjome ella:-Sí-.
Y porque lo crea
me dio abrazos mil.
El Amor, de envidia,
cayó muerto allí,
viendo cuál me amaba
la rosa de abril.

De mi rabel dulce
el eco sutil
un tiempo escucharon
londra y colorín;
que nadie más que ellos
me oyera entendí,
y oyéndome estaba
la rosa de abril.

En mi blanda lira
me puse a esculpir
su hermoso retrato
de nieve y carmín;
pero ella me dijo:
-Mira el tuyo aquí-;
y el pecho mostróme
la rosa de abril.

El rosado aliento
que yo a percibir
llegué de sus labios,
me saca de mí;
bálsamo de Arabia
y olor de jazmín
excede en fragancia
la rosa de abril.

El grato mirar,
el dulce reír,
con que ella dos almas
ha sabido unir,
no el hijo de Venus
lo sabe decir,
sino aquel que goza
la rosa de abril.


A un beso de una dama

Divina boca de dulzores llena,
dichoso el labio que te besa y toca,
que no hay en cuantas hay tan dulce boca,
ni para aprisionarme tal cadena.

No el sabroso panal de la colmena
a tanto gusto y suavidad provoca,
que está el dulzor en ti y el suyo apoca
el ámbar, el clavel, el azucena.

Mas dentro de la miel está escondido
el aguijón cruel con que me hieres,
y nadie de la vida [ve] este signo;

boca tierna y pecho empedernido,
no, ni jamás en todas las mujeres
boca tan blanda y corazón tan digno.

Juan de Tassis, Conde de Villamediana

Nadie escuche mi voz [...]

Nadie escuche mi voz y triste acento,
de suspiros y lágrimas mezclado,
si no es que tenga el pecho lastimado
de dolor semejante al que yo siento.

Que no pretendo ejemplo ni escarmiento
que rescate a los otros de mi estado,
sino mostrar creído, y no aliviado
de un firme amor el justo sentimiento.

Juntóse con el cielo a perseguirme,
la que tuvo mi vida en opiniones,
y de mí mismo a mí como en destierro.

Quisieron persuadirme las razones,
hasta que en el propósito más firme
fue disculpa del yerro el mismo yerro.

Juan de Tassis y Peralta
Conde de Villamediana

Endechas

Bella zagaleja
del color moreno,
blanco milagroso
de mi pensamiento;

gallarda triguera,
de belleza extremo,
ardor de las almas
y de amor trofeo;

suave sirena,
que con tus acentos
detienes el curso
de los pasajeros;

desde que te vi
tal estoy, que siento
preso del albedrío
y abrasado el pecho.

Hasta donde estás
vuelan mis deseos
llenos de afición,
y de miedos llenos,

viendo que te ama
más digno sujeto,
dueño de tus ojos,
de tu gusto cielo.

Mas ya que se fue,
dando al agua remos,
sienta de mudanza
el antiguo fuero.

Al presente olvidan;
y quien fuere cuerdo,
en estando ausente
téngase por muerto;

y pues vive el tuyo
en extraño reino,
por ventura esclavo
de rubios cabellos,

antes que los tuyos
se cubran de hielo,
con piedad acoge
suspiros y ruegos.

Permite a mis brazos
que se miren hechos
hiedras amorosas
de tu airoso cuerpo;

que a tu fresca boca
robaré el aliento,
y en ti transformado,
moriré viviendo.

Himeneo haga
nuestro amor eterno,
nazcan de nosotros
hermoso renuevos.

Tu beldad celebren
mis sonoros versos,
por quien no te ofendan
olvido mi tiempo.


Cristóbal Suárez de Figueroa

Soneto

La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,

amantes, no toquéis si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.

No os engañen las rosas, que a la Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpúreo seno;

manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora,
y sólo del Amor queda el veneno.


Luis de Góngora

Piedra de sol

[...]
voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide
en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal, rocas y pájaros
bajo la ley del mediodía absorto,


vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño de esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños,


tu falda de maíz ondula y canta,
tu falda de cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,


voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,
como por un sendero en la montaña
que en un abismo brusco se termina
voy por tus pensamientos afilados
y a la salida de tu blanca frente
mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno
y prosigo sin cuerpo, busco a tientas,


corredores sin fin de la memoria,
puertas abiertas a un salón vacío
donde se pudren todos lo veranos,
las joyas de la sed arden al fondo,
rostro desvanecido al recordarlo,
mano que se deshace si la toco,
cabelleras de arañas en tumulto
sobre sonrisas de hace muchos años,


a la salida de mi frente busco,
busco sin encontrar, busco un instante,
un rostro de relámpago y tormenta
corriendo entre los árboles nocturnos,
rostro de lluvia en un jardín a obscuras,
agua tenaz que fluye a mi costado,


busco sin encontrar, escribo a solas,
no hay nadie, cae el día, cae el año,
caigo en el instante, caigo al fondo,
invisible camino sobre espejos
que repiten mi imagen destrozada,
piso días, instantes caminados,
piso los pensamientos de mi sombra,
piso mi sombra en busca de un instante,
[...]


Octavio Paz


Completo

Soneto

Te digo adiós, amor, y no estoy triste.
Gracias, mi amor, por lo que ya me has dado,
un solo beso lento y prolongado
que se truncó en dolor cuando partiste.

No supiste entender, no comprendiste
que era un amor final, desesperado,
ni intentaste arrancarme de tu lado
cuando con duro corazón me heriste.

Lloré tanto aquel día que no quiero
pensar que el mismo sufrimiento espero
cada vez que en tu vida reaparece

ese amor que al negarlo te ilumina.
Tu luz es él cuando mi luz decrece,
tu solo amor cuando mi amor declina.


Rafael Alberti

Sin Fe

Tienes ojos oscuros.
Brillos allí que oscuridad prometen.
Ah, cuán cierta es tu noche,
cuán incierta mi duda.
Miro al fondo la luz, y creo a solas.

A solas pues que existes. Existir es vivir con ciencia a ciegas.
Pues oscura te acercas
y en mis ojos más luces
siéntense sin mirar que en ellos brillen.

No brillan, pues supieron.
¿Saber es conocer? No te conozco y supe.
Saber es alentar con los ojos abiertos.
¿Dudar...? Quien duda existe. Sólo morir es ciencia.


Vicente Aleixandre

Nacimiento del amor

¿Cómo nació el amor? Fue ya en otoño.
Maduro el mundo,
no te aguardaba ya. Llegaste alegre,
ligeramente rubia, resbalando en lo blando
del tiempo. Y te miré. ¡Qué hermosa
me pareciste aún, sonriente, vívida,
frente a la luna aún niña, prematura en la tarde,
sin luz, graciosa en aires dorados; como tú,
que llegabas sobre el azul, sin beso,
pero con dientes claros, con impaciente amor!

Te miré. La tristeza
se encogía a lo lejos, llena de paños largos,
como un poniente graso que sus ondas retira.
Casi una lluvia fina -¡el cielo azul!- mojaba
tu frente nueva. ¡Amante, amante era el destino
de la luz! Tan dorada te miré que los soles
apenas se atrevían a insistir, a encenderse
por ti, de ti, a darte siempre
su pasión luminosa, ronda tierna
de soles que giraban en torno a ti, astro dulce,
en torno a un cuerpo casi transparente, gozoso
que empapa luces húmedas, finales, de la tarde,
y vierte, todavía matinal, sus auroras.

Eras tú, amor, destino, final amor luciente,
nacimiento penúltimo hacia la muerte acaso.
Pero no. Tú asomaste. ¿Eras ave, eras cuerpo,
alma sólo? Ah, tu carne traslúcida besaba
como dos alas tibias,
como el aire que mueve un pecho respirando,
y sentí tus palabras, tu perfume,
y en el alma profunda, clarividente
diste fondo. Calado de ti hasta el tuétano de la luz,
sentí tristeza, tristeza del amor: amor es triste.
En mi alma nacía el día. Brillando
estaba de ti, tu alma en mi estaba.
Sentí dentro, en mi boca, el sabor a la aurora.
Mis sentidos dieron su dorada verdad. Sentí a los pájaros
en mi frente piar, ensordeciendo
mi corazón. Miré por dentro
los ramos, las cañadas luminosas, las alas variantes,
y un vuelo de plumajes de color, de encendidos
presentes me embriagó, mientras todo mi ser a un mediodía,
raudo, loco, creciente se incendiaba
y mi sangre ruidosa se despeñaba en gozos
de amor, de luz, de plenitud, de espuma.

Vicente Aleixandre