La espigadera

Zagala donosa,
linda espigadera,
que el dorado fruto
llevas a la era,
pon sobre mis hombros
la carga ligera;
no más afanada
mis ojos te vean.

Mira que, envidiosa,
Venus te aconseja
malogres tus años
en ruda faena.
¿Qué placer te brindan
las desnudas eras,
los tostados haces,
las aristas secas?

El sol, con sus rayos,
abrasa la tierra,
sin que leve sombra
de su ardor descienda.
Enjutas del río
se ven las arenas;
y al margen se apiñan
las mustias ovejas.

Sin flores el prado,
los campos sin hierba,
los árboles secos,
la fuente sedienta.
Ni cantan las aves,
ni céfiro vuela;
la triste cigarra
tan sólo resuena...

¡Ay, ven! Y en la gruta,
de musgo cubierta,
en pláticas dulces
pasemos la siesta;
que amor te convida,
te llama, te espera,
de gente curiosa
guardando la puerta.


Francisco Martínez de la Rosa