A Lisi, que su cabello rubio tenía sembrados claveles carmesíes por el cuello

Rizas en ondas ricas del rey Midas,
Lisi, el acto precioso, cuanto avaro;
arden claveles en su cerco claro,
flagrante sangre, espléndidas heridas.

Minas ardientes, al jardín unidas,
son milagro de amor, portento raro,
cuando Hibla matiza el mármol paro
y en su dureza flores ve encendidas.

Esos que en tu cabeza generosa
son cruenta hermosura y son agravio
a la melena rica y victoriosa,

dan al claustro de perlas, en tu labio,
elocuente rubí, púrpura hermosa,
ya sonoro clavel, ya coral sabio.

Francisco de Quevedo